Eme

Mis hormonas sexuales tan pequeñas y revoltosas se alteraban ante el mínimo pensamiento de tu existencia. Si con sólo  leer tus palabras u oír tu voz conseguías eso no podía ni imaginar el momento en que me tocaras. Lo deseaba tanto. Con todas mis fuerzas, aún a sabiendas de todo a lo que me exponía y de lo que podría ganar o perder por entregarme a tus brazos. Estaba ciega pero era valiente. Me hacías sentir viva de nuevo.

Dijimos que nos encontraríamos en primavera, bueno lo dijiste tu y también que cual Neruda me harías florecer como los cerezos. Yo te creí. Me entregué tanto en invierno, que tu desaparición me dejó desamparada y esas hormonas que tenía a niveles impensables de felicidad cayeron en picado. Cayeron ellas y también mis ganas de volver a confiar en un hombre. Mucho menos de pensar en el amor. Volvió el miedo y la tristeza.

Todavía hoy estoy pagando este desliz.

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