El okupa (7)
Por la ventana se alcanzaba a colar un tenue resplandor de la luz del alumbrado público. Chino yacía boca arriba sobre mi cama, estaba desnudo y yo estaba encima de él. Nuestros cuerpos estaban encendidos. Las caricias, los besos, y las pieles impregnadas del sabor del deseo. Apoyé mis manos sobre el pecho de él, resopló. Tomó un pequeño respiro y me sonrío. Abrí los ojos para verlo sonreír y esa mirada intensa de satisfacción, de felicidad, esa mirada ardiente, sabedora que lo que quiere y de lo que pretende me penetró los ojod para empezar. Acerqué mi rostro al de él y comencé a besarlo tiernamente, primero la frente, sus parpados ahora cerrados. Mis labios se deslizaron por su nariz afilada. Fueron a su barbilla. Volvieron a ascender lentamente por las comisuras de sus labios. Lo seguí besando y su lengua lujuriosa comenzó a bailar por mis labios. Su lengua ávida y juguetona, penetró mi boca, regalándole yo candidez y fervor que ardió dentro de su boca, abrasó a su lengua y la extasió. Ese beso elevó su excitación, lo noté, ahora me besaba el cuello, mordía el lóbulo de mi oreja y volvía a subir al cuello, a mi hombro.
De repente estaba sobre su miembro erecto. Sentía como su sexo me acariciaba el clítoris. Mis senos y sus pezones tiesos e inflamados juntos.
Le acariciaba el cabello, rasguñaba sus hombros, lo llenaba de besos.
El frotamiento era continuo, él estaba ansioso, pero yo tenía el control. Lo hacía esperar, pero lo seguía besando, arañando, lamiendo, chupando mientras se movía. Nuestras respiraciones estaban muy exaltadas. Lo latidos resonaban fuertemente en nuestros pechos. Como era de esperar el orgasmo vino después separado por escasos segundos.
El okupa me penetró pero estoy segura de que yo ya lo había penetrado hasta el alma.
CONTINUARÁ
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