El okupa (2)

Aquella vez no pasó nada, como era de esperar. Me fui un poco avergonzada de mis actos. Si me hubiera visto algún conocido pensaría que estaba loca. Hay que tener en cuenta que estaba persiguiendo a un joven como si fuera una adolescente y una ya tenía una edad. El punki rondaría los veinticinco años y yo tenía diez más, pero algo en él me atraía como un imán y ya se sabe, cuando los polos opuestos se atraen no hay fuerza humana que impida esa conexión, tarde o temprano han de acabar unidos.
Seguí mirándolo desde mi mesa durante un par de semanas más. Siempre iba solo con su perro. Perro con el que yo ya tenía una amistad consolidada. Mientras su dueño ejercía de flautista a cambio de unas monedas, él se tumbada a mis pies. Sabía que le gustaba y siempre le traía alguna corteza de jamón como golosina.
Veía al punki con una pasión arrebatadora en la mirada y pensaba en como sería ser su amiga, bueno no, en realidad pensaba en como sería ser su amante...
CONTINUARÁ

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