Ideando la historia de Marcos y Vega

Vivir para ver. Nadie hubiera dicho que Marcos pudiera ser el hombre que hiciera a Vega despertar a la vida y al amor.
La verdad es que el tipo estaba muy bien para sus casi cincuenta años, aunque la forma en que se conocieron ya presagiaba que no tenían nada en común, pero como suele ocurrir con los polos opuestos, estos se atraen y entonces ningún universo puede conspirar contra ellos.

Vega, mujer terrenal y carnal, no creía en cuentos de hadas aunque en el libro -de su propia historia- Marcos, el eterno soñador y poeta, la acaba encantando.

Se conocieron a través de un foro literario en el que ambos participaban. Él como moderador y autor consagrado. Ella tan sólo leía las intervenciones, se sentía un tanto insegura a la hora de lanzarse a compartir sus íntimos pensamientos con otros. Sabía que tarde o temprano llegaría  pero no veía el momento para abrir las alas y lanzarse al vuelo.

Marcos era especialista en escribir libros acerca de erotismo-sexualidad por y para heterosexuales aunque a veces sus escritos fantasiosos rayaban el folletín novelesco de Corín Tellado. Estaba divorciado, pero seguía sin pareja aunque  disfrutaba de numerosas conquistas que quedaban encantadas. Tenía el pelo canoso,  buen físico, hacía mucho deporte, y un tatuaje con forma de luna del que hablaré más adelante.

Vega era una mente fría y calculadora. Contable de una empresa sólida y estable de compra venta de oro de inversión. Estaba a punto de cumplir los cuarenta años redondos. Era una mujer atractiva, divertida y estaba muy entregada a varias causas disparatadas, ya que era: nodriza criando gatos recién nacidos, impartía clases de meditación femenina consciente en círculos para mujeres y colaboraba en un programa de radio de forma altruista. Estaba soltera  y no creía en el amor.

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