La chispa de la vida. Capítulo 34.

Día diez de mayo, domingo, las siete de la mañana. Pau se despertó. Estaba tumbado con Elieta en su cama. La miraba. Se desperezó, abrió sus ojitos y le dijo: "Buenos días, ¿tú quién eres?". Ella le respondió: "Hola, soy Elieta, una amiga de los papás. Puedes llamarme Tita". Su voz sonó extraña, incluso diría que cohibida por la mirada interrogante del niño.

Se levantaron y eligieron un canal de dibujos adaptado a la edad de Pau. ¿Qué le daba para desayunar?. Sólo tenía café y zumo de naranja. Optó por lo segundo lógicamente. Aunque ella se preparó un café doble. El día se avecinaba largo.

A las nueve miró el móvil. Entró en whatsapp. Adrián seguía con la misma hora de conexión del día anterior. Comenzó a elucubrar si le podía haber ocurrido algo. Luego pensó que quizás estaría pasando una noche loca con su novia.

Cómo Pau estaba tranquilo y cómodo con ella miraba los dibujos y canturreaba las canciones. Elieta lo miraba con lástima. Menudo panorama para una criatura indefensa. Su madre al borde de la muerte y su padre un inconsciente.

A las diez llamó a Esteban, su terapeuta, para contarte todo lo ocurrido desde el viernes, sin olvidar el encuentro furtivo con Adrián, las llamadas de Pablo, el accidente, el niño de dos años que estaba a su cuidado, las corrientes por todo el cuerpo y el terror a verse inmersa en un brote. Él la tranquilizó. La estimaba mucho, después de año y medio de visitas no era sólo una mera paciente, era su amiga.

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