La chispa de la vida. Capítulo 21.

Ambos miraban al cielo. Transcurrió el tiempo, probablemente quince minutos incómodos. En silencio, tan sólo se hacían alguna mirada furtiva. De repente dejó de llover. Se volvieron a mirar con los ojos rojos incendiados por tantas palabras que no salían por su boca. Cuando por fin se relajaron, el frío volvió a sus cuerpos, se dijeron gracias, de nada y separaron sus caminos en conexiones opuestas.

Elieta sintió fuerzas suficientes para gritar: "Perdona, me llamo Elieta".
El joven se giró, volvió los pasos caminados y le dijo: "Yo me llamo Adrián, por lo visto esta no es la primera vez que coincidimos. Me gusta tu nombre. No lo había oído nunca".

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