Resiliencia en la habitación 35
María es la cliente que está de turismo de paso en la habitación treinta y cinco, de nuestro hotel. Curioso asignación por parte de la recepcionista, puesto que el número de la habitación coincide con su edad, treinta y cinco años.
Si de algo está segura María, es que si la vida fuera más simple, la terminaríamos más rápido. Y esto lo piensa, mientras observa desde el balcón la inmensidad del mar, mirando el cielo, sintiendo las nubes, dejándose mojar por las gotas de lluvia que caen una a una y todas a la vez, todo tiene sentido, una razón de ser.
Su vida hasta llegar hasta aquí ha pasado por altos donde ha llegado a tocar el cielo y por bajos de caminar por senderos oscuros.
Ahora con este pequeño descanso que se ha tomado para sí misma desea cumplir parte de sus deseos. Hasta ahora de todos inconfesables ha conseguido cumplir algunos y los puede contar con los dedos y en voz alta: Dormir siete horas bien dormidas, consiguiendo un sueño placentero. Recuperar la templanza de escuchar a quien la rodea, desde el más simple camarero al pescador que pasea por la playa. Volver a amar la vida. Pero el más importante de todos sus deseos cumplidos ha sido tomar la decisión de partir sola, preparada para cualquier cosa eventual que pudiera suceder, sin ningún tipo de miedo.
Mientras cantan los ruiseñores en el balcón por el cual mira el mar recuerda una palabra que le marcó cuando estudiaba la carrera: resiliencia. Resiliencia es la capacidad que tiene una persona para sobreponerse a periodos de dolor emocional y traumas. Algo que vendría a equivaler a entereza. Ella es una resiliente.
El cielo se está nublando, poniéndose un tanto brumoso, se oye gentío de guiris pero a María no le importa, porque es feliz, dure el tiempo que dure, todo le resbala…
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