La casualidad de Sandra

Me impresiona el pensar como una sencilla casualidad, la cosa más insignificante, puede favorecer tanto un momento, o de lo contrario fastidiarlo, de cómo mucha gente ni siquiera espera su momento y un cruce de miradas pone en juego el resto de sus vidas. Otras personas en cambio no se dan cuenta, dejan pasar el tiempo y al final este pasa de largo.

Sandra, mi amiga de la infancia, se cataloga como imbécil por eso, quizás se equivoque castigándose tanto por tener ideas propias, pero es cierto que no ha tenido ni el tiempo de buscar la casualidad ni de dejarla pasar de largo, ni tan siquiera de esperarla.

Ella aprovecha y vive deprisa. Es del pensamiento de que cada cual haga lo que quiera, no esperando que las cosas vengan a ella, saliendo a la calle y luchando con todos esos “monstruos” imperfectos que se agregan a su vida, porque para atravesar la luz hay que atravesar las más profundas tinieblas.

Lo que no sabe Sandra, es que conocerla, para mí fue la casualidad más bonita del mundo. Quizás deba decírselo...

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