Amistades de quita y pon

La vida es un cúmulo de días positivos y negativos, en los que te comes el mundo o te sientes pisoteada. De esos días aprendemos, pero sobre todo de nuestras “amistades de quita y pon” de las que más y es que por mucho que midamos las dosis adecuadas a aportar siempre nos quedamos cortos.

En esta vida me he encontrado con esta clase de amistades e incluso yo he sido precursora de ellas, estoy muy acostumbrada a vivir con personas que ahora son mis amigos fieles, de cuya amistad me siento orgulloso, y que después son mis enemigos irreconciliables. Vivo la amistad de conveniencia tal y como se veía en las tragedias griegas, en donde el héroe o la heroína de turno, por bajas pasiones inconfesables, podía quitarse del medio a tal persona si acaso le estorbara.

Podría hablar horas y horas sobre estos amigos de conveniencia, de idas y venidas, de ratos de altos vuelos, de noches de farras alcoholizados hasta más allá de lo comprensible… que parecen amigos tuyos, pero que cuando te descuidas te quitan la mujer, el marido, el alma, la vergüenza. La naturaleza humana es así de simple y además nos pone a prueba.

Es que la amistad de quita y pon es un concepto, y difuso, no es fácil cotejarlo, a lo largo de los años no se corresponde con lo que he visto reflejado en aquellos que llamo amigos o en aquellos amigos que me quieren. Una vez, hablando con uno de esas que llamo amigas, éste decía que hay una gran diferencia entre los amigos que nos quieren y entre las personas buenas. Los amigos que nos quieren, es por algo, por algún interés, porque no quieren a todos los que no son sus amigos. Sin embargo, la persona buenas (en vías de extinción) es amigo de todos porque su bondad la mueve a quererlos a todos.

Yo no pido nada a mis amistades, tampoco me gusta que me pidan, solo recojo lo que buenamente me dan y doy, porque me gusta, sin que previamente haya una petición para que no se convierta en obligación.

¿Y me pregunto qué si sé valorar una amistad verdadera? No, no sé. Creo que sé valorar… o mejor dicho, admirar.

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